Dr. Tayde González Arias (Analista)
El poder debería de existir solo para servir, únicamente para ayudar, y no por o para hacer el mal. No debería estar siquiera abierta la posibilidad de que personas sin sentido común, o sin ánimo de servicio, accedan a cargos o puestos en donde el encargo tenga que ver con el auxilio o apoyo a los demás.
No hay otra palabras que no sea la de irresponsabilidad, para referirnos a las personas que, siendo servidores públicos, no solo no cumplen con sus labores, sino que además, enfundados en los puestos de confianza, hacen esperar a los ciudadanos por largo tiempo para poder atenderlos, no les resuelven sus problemas e incluso se ausentan de sus áreas, no llegando a laborar.
Ciertamente las dependencias municipales son supervisadas y auditadas, pero eso de ser juez y parte en muchas ocasiones y en muchas administraciones no funcionan del todo correctamente, pues si hicieran su trabajo entonces, harían, cuando menos, que los funcionarios estuvieran el mayor tiempo posible atendiendo aquello que les corresponde hacer, y no permitirían que se ausentaran por motivos personales, políticos o todo aquello no tenga nada que ver con su quehacer.
Hace unos días, mientras me encontraba realizando algunas diligencias al interior del palacio municipal del Ocampo, me abordó una joven, cuyo rostro mostraba una preocupación muy grande, y me dijo que si sabía en dónde le podían apoyar para levantar un documento sobre abandono de hogar, en ese momento lo guié al área de sindicatura, una vez que ésta área hace de abogado del pueblo, sin embargo, aunque una persona lo comenzó a atender, lo único que pudo decirle es que por el momento no se podía hacer nada, porque el titular del área no estaba, y se requería de su firma y de su anuencia, lo que hizo que el ciudadano se fuera con la misma tristeza con la que llegó.
También pude ver en la sala de la presidencia, así como en los pasillos, gente esperando ver al Presidente, a algunos regidores, a quien está frente a la tesorería y demás funcionarios, y aunque muchos guardaban ahí con la esperanza de que en cualquier momento aparecieran las personas que necesitaban, fueron pasando las horas y al terminar la hora laboral, sin solución muchos se fueron poco a poco marchando.
En el mismo día, visité el municipio de Angangueo, ingresé a la presidencia municipal, y me encontré con una escena sumamente triste, pues una mujer se quejaba amargamente de un incidente que acababa de pasar con un familiar, lloraba y decía que estaba enferma y que la habían golpeado, que no podía volver a su casa, pues temía por su vida, que estaba enferma de diabetes y que requería de una documento que garantizara su integridad, que además de volver a su casa a donde no la dejaban entrar, necesitaba la presencia de los cuerpos de seguridad para no sentirse desprotegida, sin embargo la condición era la misma que en el otro lugar, pues tampoco estaba el síndico, y los que estaban en las oficinas solo se limitaron a decirle que volviera después. Estos casos seguramente que se repiten a lo largo y ancho del país, y causa molestia saber que, aunque a los servidores públicos se les paga por realizar sus funciones, solo muy pocos lo hacen, pero la mayoría no sólo no actúa, sino que además omiten dar un servicio, propio de sus deberes.
Por eso, la insistencia, en que las mujeres y los hombres que estén detrás de un escritorio deban ser cubiertos de sensibilidad y probos en su actuar con respecto a las capacidades técnicas y humanas que hagan que el papel de la burocracia se dignifique en lo poco y en lo mucho.
La invitación es sencilla y directa, a que quienes no comprendan lo que es servir, se limiten a realizar otras labores en las que no esté en juego la tranquilidad de los ciudadanos, pues de hacer mal sus labores o no hacerlas, son defectos de gran magnitud que permea en el enojo de los gobernados, y es una condicionante que hace que el hartazgo social incremente, a la par de la desconfianza y el mal concepto en el que se tiene a los “Godínez”.
Hace falta tener una mano más firme con los funcionarios faltistas o con quienes hacen mal sus labores en el servicio público, de las dependencias de gobierno se deben ir los insensibles y debe contratarse a quienes, investidos en el profesionalismo, tengan y muestren los mejores atributos para el desarrollo de sus labores y tengan el mejor de los tratos con los ciudadanos, una vez que son éstos los que abonan al pago semanal, quincenal o mensual y a todas sus demás prestaciones.