El uso de la tecnología en la era que nos ha tocado vivir, sin duda, exige una responsabilidad compartida, las máquinas por sí solas no escriben sin una orden, tampoco hablan o interactúan entre sí sin que de por medio se encuentre un operador y, frente a la realidad en que la razón se omite en publicaciones que suelen ofender o denigrar, pareciera ser que nos rebasó el tiempo y no alcanzó el futuro estando mal parados.
Como en todo país que se diga democrático hemos de respetar la libre expresión de ideas, pero sin dejar de cumplir la ley respecto a la mala fama, la calumnia o la privacidad, aunque es alarmante todo lo que se puede encontrar en las redes y la facilidad con la que los supuestos filtros permiten que miles de personas en el mundo puedan observar desde las más dulces escenas hasta los más trágicos acontecimientos.
La música que no educa, sino que cumple con una función de acercamiento a la violencia y al delito, se ha apoderado de las viviendas, las calles y hasta el trabajo, reflejado en que no es extraño que en la actualidad gracias al bombardeo por todos lados de escenas de violencia, escuchar de asesinatos entre jóvenes, de ajustes de cuentas y bullying entre niños y adolescentes, se ha vuelto una costumbre, pues de ¿dónde se podrían tener ejemplo de moral, ética o valores?
La juventud no solo ya no habla de usted, debido a que se les ha inculcado que todos somos iguales, como si la igualdad incluyera la falta de respeto o la omisión de las reglas básicas de convivencia y las más grandes enseñanzas de los abuelos y padres, cuando enseñaban a levantarse al ver de pie a una dama, respetar a los mayores cediendo el paso y el lugar, y ayudar sin que nos tuvieran que pedir auxilio.
Que nos agrade el reggaetón y se baile “perreo” más que influenciarnos por sus letras sexuales y violentas, debería valorarse por el inútil contenido y lo efímero de sus éxitos. No se puede menospreciar las cantidades exorbitantes que genera la industria musical a la que hacemos referencia, pero tampoco dejar de lado su nulo aporte a la sana convivencia y a la entrega de mensajes en pro de la paz, el bienestar e incluso del sano desarrollo de la familia y el ser como niño joven o adulto.
En gran medida hay un responsabilidad de quien crea, escucha y difunde ideas mediante las redes sociales y los canales de información que como los narcocorridos o el reggaetón de que vivamos siempre al borde de la violencia, los embarazos a temprana edad y la falta de respeto propia y a los demás, sobre todo cuando no se hace la tarea que tiene que ver con el análisis y la crítica, con la conciencia social y el desapego familiar, sobre todo porque es más fácil imitar y repetir que crear nuestras propias ideas.
A los que nos ha tocado vivir las peripecias del mundo actual, nos toca afrontarlas de manera personal, pero también con carácter social, erigirnos no como guías ni como maestros, pero sí como adultos de los que en el futuro se hable que tuvieron la capacidad de llevar de la mano de los niños y en jóvenes que creyeron en ellos y en tener o hacer un mundo mejor para todos.
El llamado a poner alto al egoísmo y la falta de respeto debe ser un grito unido de todos cuantos vivimos en el mundo, por muchas razones, pero sobre todo porque el tiempo del planeta lo tenemos en nuestras manos y le hemos dado mal uso, aventajamos, sí, pero siempre abusando y en todo momento deteriorando al grado de quemarlo y asesinarlo de a poco.
Dejar de seguir las modas y tomar solo lo mejor del entorno, comenzar con la selección y aprender de la buena música y los mejores modales urge para que en el futuro se pueda vivir mejor, comenzando a tratar al planeta como se merece quien te presta un lugar donde construir para ofrecer a los que más amas y que llamas familia.
Comenzar a hablar con nuestras ideas sería un principio básico, atender los consejos de los viejos y tener buenas prácticas en la vida diaria en donde se privilegie el dialogo y el acuerdo, el reciclaje y el buen gusto ha de constituir el orgullo real de ser la mexicana o el mexicano de la actualidad con la capacidad de converger en el gran escenario mundial.