Según la encuesta intercensal que se realiza cada cinco años y que la última fuera la del 2015, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), éramos 119 millones 530 mil 753 habitantes en México, número que seguramente a la fecha hemos superado como todo país dinámico poblacional, económica y socialmente. Entre ese número seguro habrá la mujer o el hombre que pudiera ocupar el mayor cargo y responsabilidad que se pueda tener en el ámbito político; el de ser el ejecutivo federal.
Los núcleos sociales guardan grandes y pequeñas necesidades, los sectores campesinos, indígenas o migrantes han sido poco beneficiados al paso de los gobiernos, pues a pesar de ser un país pluricultural compuesto y habitado por 68 pueblos originarios que hablan sus propia lengua, se les discrimina por su color de piel, por usar sus vestidos o hablar náhuatl, mazahua, otomí etc. Con todo y la creación de escuelas normales indígenas no hay atención total capaz de proteger, incentivar o empoderar a tan importante número de hablantes.
Pasa lo mismo en el campo, con los hombre que usan huaraches y sombrero y pisa la tierra para cultivar maíz, frijol u otros granos, frutas y hortalizas, pues solo son reconocidos totalmente en corridos o canciones provincianas, y aunque seamos parte del ahora discutido Tratado de Libre Comercio, lo cierto es que aun con instituciones como los institutos agropecuarios, el agro mexicano sigue sin respiro que desahogue el coraje por ni siquiera recibir un pago digno a su cosecha. También somos un país de migrantes y por el que pasan migrantes y aunque algunas buenas almas se apiadan y en los recorridos por donde pasan se les entrega comida y agua, ni siquiera la ley ha tenido una buena alma que se le reconozca desde el gobierno por ser protector de los “tres veces mojados”.
La industria en nuestro país, algunas veces y en algunos lugares parece desarrollarse, pero lo sigue haciendo a costa del asesinato al medio ambiente, pues tirar al campo abierto residuos de alto nivel de contaminación son algunas de sus prácticas, además de no ser justos en algunas ocasiones en el pago y beneficios de sus trabajadores que debiera proteger la Secretaria de Trabajo y Previsión Social o la Organización Internacional del Trabajo de la que México es parte.
Las reformas estructurales que muchos exigíamos en los ramos de la energía o la educación se llevaron a cabo sin antes preparar a los maestros, sin concientizar de los beneficios o creyendo que los anuncios en la radio y la televisión eran suficientes, cuando lo importante es como en la buena planta, cuidar y llevar de la mano hasta que sola o con menos atenciones pueda dar frutos. De pronto se subió el costo de la vida con el incremento al litro de las gasolinas y el gas. El coraje primero fue saber que en declaraciones el Presidente de la Republica había dicho que eso no pasaría.
Nos engañan porque nos hemos dejado engañar, todo ha sido frente a nuestros ojos, no es ajeno saber que más de la mitad de los representantes populares llevan toda su vida viviendo del público público, no hay caras nuevas para ocupar cargos públicos de relevancia y cuando alguien quiere o lo puede ser lo matan o lo apartan, será que nos gusta que nos traten mal o nuestra esperanza es interminable, pues se supone que cada uno de nosotros con el voto libre y secreto hacemos que pisen las cámaras y las sillas del poder.
Nos encontramos en la coyuntura ideal para seguir o no en el camino que sea mejor para México, ese que haga que menos indigentes mueran de frio en la calle, que clarifique en que se gastan el dinero publico los presidentes, gobernadores, diputados y senadores, que evite que los pueblos indígenas sean saqueados o que se maten entre ellos por no tener a un buen negociador en medio, a quien se anime a recorrer los pasos del ferrocarril de Tabasco al norte y genere protección para los que transitan por necesidad y no por gusto, se ocupa un sistema de justica en el que se crea, con los mejores perfiles profesionales y éticos, que no se gasten millones de pesos en vinos y licores y sobre todo, quien conozca los dolores musculares y cardiacos del pueblo mexicano y se enfoque en protegernos y no en exponernos como en algunas etapas de la historia ha sucedido.
Como mexicano y como otros tantos mexicanos, sé que solicitamos un presidente o presidenta que se esfuerce lo máximo por colocarnos en la gran carrera mundial, que no nos dé, pero que nos facilite ser competitivos, serios y felices, valientes y con coraje, serenos y amistosos con los nuestros y los otros. Las solicitudes se están recibiendo, y como un colectivo veamos más que lo que puede vender una imagen o un papel, pues hace falta encontrar al hombre o la mujer que por su historia limpia de vivir, que por humildad de alma y corazón nos haga volver a creer en un mundo mejor.