DR. TAYDE GONZALEZ ARIAS ANALISTA
El mito es un relato tradicional que hace referencia a acontecimientos o fenómenos que son parte de la cultura de un pueblo o de sus creencias, las cuales llegan a ser considerados como verdad, pero que encierran fantasía. Sin embargo, para muchos es sumamente agradable escuchar hablar, especialmente de los abuelos, de lo que se cuenta de las montañas, casas, ríos, pantanos o de algún ser extraordinario del entorno que habitan.
Aunque cuando alguien miente o crea historias falsas se le denomine mitómano, lo cierto es que los pueblos de México ocuparían un lugar excepcional en la literatura universal si de todos ellos escribieran los mitos que viven, y se encierran en las memorias de sus habitantes.
Si cuando llegamos a un lugar por primera vez preguntáramos qué historias se cuentan de ahí, seguro que nos sorprenderíamos de tanto que hay por contar. Esta estrategia nos ayudaría a saber en dónde estamos parados y la capacidad creativa de los habitantes de las comunidades de México. Nos deberíamos preocupar un poco más en mantener vivas, mediante escritos, audios o videos, estas historias que forman parte de la riqueza inmaterial de la humanidad, que desafortunadamente debido a la falta de comunicación por preferir el uso constante de los celulares que del habla.
De entre tanto que hay, y que se cuenta por lo largo y ancho de nuestro lindo México, hoy les comparto el siguiente mito, esperando sea de su agrado como lo fue para su servidor.
El bello mito del Cenzontle; el pájaro de las 400 voces
Xomecatzin, el Señor del Sauce, era un viejo mercader del reino de Chalco que recorría los caminos cargando preciosos anillos, joyas de oro, piedras preciosas, pieles multicolores, además de hierbas aromáticas y curativas. Cierto día se organizó una caravana de mercaderes mexicas con destino a Tehuantepec; Xomecatzin, que por esos días se hallaba en tierras tenochas, se unió a la expedición.
Los mercaderes, que también eran valientes guerreros, iban cruzando el río de las mariposas, llamado hoy Papaloapan, embarcados en fuertes canoas, cuando escucharon un canto no identificado hasta entonces. Los comerciantes mexicas desembarcaron al oír esta dulce melodía y se adentraron en el espeso bosque del río.
Cuando llegaron al lugar del que surgía el canto, los mercaderes se asombraron al descubrir a una hermosa doncella cuya mirada dirigía a la Luna. La joven misteriosa fue capturada a pesar de sus suplicas y la obligaron a subir a la embarcación. El camino era largo hasta Chalco, así que tomaron un pequeño descanso. Cuando Xomecatzin llegó a su palacio, llevó a la triste mujer a sus aposentos, ahí la tranquilizó; como no consiguió que la joven hablara, a pesar de todas sus preguntas, le dio un nuevo nombre: Cenzontle, que significa cuatrocientas voces.
Xomecatzin le ofreció todas sus riquezas y abalorios, las plumas multicolores del pájaro quetzal y papagayos, las esmeraldas, los aderezos de oro, la obsidiana, las pieles de jaguares y los trajes exquisitamente labrados. Cenzontle ni siquiera se emocionó al ver tan fascinantes riquezas, pues ella había observado esas y muchas otras cosas en el bosque donde habitaba.
Gracias al enorme tesoro que poseía, Xomecatzin pudo ofrecer una gran fiesta para agradecer a las energías generadoras el haber hallado tan bella mujer. El requisito para asistir era adornarse con rosas, las flores más preciadas de la naturaleza. Todos se engalanaron con ellas. Sin duda, Cenzontle destacaba por su gran belleza entre todos los participantes. Vestía un hermoso traje confeccionado con las más finas telas, regalo del Xomécatl.
El festejo duró tres días. Al término, Xomecatzin se desposó con la encantadora Cenzontle. A pesar de todos los regalos que le ofrecía su esposo, Cenzontle no era feliz. Pasaba los días postrada en el umbral de su palacio sin pronunciar una palabra. Cierto día, el tequihua Xomecatzin tuvo que partir a una expedición hacia las fortificaciones de Danibaab, que era un cerro sagrado, llamado Monte Albán, pues tenía que cumplir una misión militar. Dejó a su mujer a cargo de sus esclavos y se encomendó a las energías para llegar con bien a su destino.
Cuando la expedición avanzaba cerca de los bosques que colindaban con el rio de las mariposas, Xomecatzin escuchó un hermoso canto que le pareció conocido. De inmediato ordenó desembarcar y se adentró en los espesos follajes. En el sitio donde se entonaba la melodía, descubrió parado en una rama un insignificante pajarillo, que huyó despavorido al verlo acercarse sigilosamente.
La caravana cumplió su misión y meses después iban de regreso a su hogar. Al llegar a su palacio. Xomecatzin fue recibido con la terrible noticia: ¡Cenzontle había muerto!
Una tarde nublada Cenzontle había fallecido y su alma se convirtió en un hermoso pájaro que emprendió el vuelo hacia la lejanía, emitiendo tristes y desgarradoras notas. Xomecatzin, dolorido, recordó el pájaro que había visto días atrás junto a las aguas de Papaloapan y sufrió mucho al saber que su mujer se había alejado de sus brazos para siempre…
30 DE SEPT. 2020