5 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Arena suelta. La medicina entretiene al paciente, mientras la naturaleza cura la enfermedad…

Las ganas de que resuelvan nuestros problemas nos han llevado a creer en cosas y situaciones inverosímiles. Vivir fuera de la realidad tiene sus consecuencias que, en primera instancia, denota distintos grados de ignorancia. Estar alejados de la ciencia, de la comprobación o toda luz de razón nos lleva continuamente a prácticas equivocadas, a condiciones deplorables, a gastos innecesarios y, por supuesto, el desagradable sabor de la mentira, el desfalco o el fraude.

 

Mientras más se ignora, mayor es la posibilidad de ser víctimas de aquellos que, con toda desfachatez, prometen que mediante alguna parte de una planta, un árbol o un animal, se curarán todos los males que les aquejan; los buenos y los malos, los del bien y los del mal, aquellos que ningún médico ha curado o cuyos efectos le hacen sufrir irremediablemente. Los charlatanes reúnen a círculos enormes de personas en los centros de los pueblos o ciudades, y aunado, lo que dicen y  la creencia cegada en fe; se beben pócimas, se consumen los preparados o se realiza el ritual para matar la enfermedad.

 

Personalmente he sido testigo del grado de seguidores que en los mercados o tianguis reúne un hombre que lleva con él una víbora como mascota y al lado un tronco de un árbol que fue descubierto como el hilo negro; cuyas cualidades curativas abarcan desde un callo hasta la diabetes, y que con solo beber se mejorará de inmediato, y que además será a bajo costo, lo que desde luego con algún ápice de razón no puede suceder.

 

Siendo un respetuoso de la herbolaria mexicana, del estudio y de las plantas medicinales, no podría más que invitar a cerciorarnos fehacientemente con quien sí conozca sobre los remedios prehispánicos existentes y procurarnos, pero nunca se podría aceptar la charlatanería o el abuso del dolor, la amargura, la preocupación o la angustia de la que se es presa cuando una enfermedad nos invade o afecta a algún ser querido.

 

No puedo pedir que se mida la desesperación, tampoco que se encuentre gobernanza estando pasando por transes debido a estar en riesgo la vida propia o la de alguien más, sin embargo, en lo posible hay que darnos tiempo para tomar un respiro, mantenernos alertas frente a aquellas o aquellos abusivos que, enterándose de nuestras penas, quieran vender la idea mágica del bienestar por unos cuantos pesos.

 

Si bien lo que se transmite en la radio o en televisión tiene la justificación de ser responsabilidad de quien lo dice o lo recomienda, prácticamente en todas las vías de pago de este tipo de difusoras se escuchan y ven a quienes, además a manera de mercadotécnica, usan las palabras como “hermanos”, “fe” o “magia” que les vienen bien para hacer qué, cual feligreses, hombres y mujeres asistan a determinado sitio en el que se les dará “lectura al futuro o al pasado” para encontrar “la felicidad”.

 

En la actualidad es preocupante que estaciones de radio o canales de televisión comerciales, se les permita, por tanto tiempo o con cotidianidad, incluir en su programación contenido dirigido a mujeres y hombres que viven en el sufrimiento y que de algún problema pequeño o grave se les pretendan vender soluciones mágicas. El instituto de gobernación encargado de la supervisión de la programación, además de permitir que salgan a la luz solo con la leyenda que deslinda responsabilidad a los dueños de televisoras o radiodifusoras, deberían de exigir de las mismas una mayor calidad de la programación, que desde luego incluyan sesiones de psicología, apoyo escolar o médico, con invitación a visitar las instancias gubernamentales o privadas con capacidad probada, o los médicos homeópatas o naturistas, cuya experiencia y conocimiento respalde una cura real, y se evite el timo o la trampa.

 

Es cierto que todo tiene una razón de ser como elemento de existencia en la vida, pero no es justificable que abusen y envuelven a cualesquier por vivir en la penuria.

 

Los ciudadanos hoy, más que nunca, debemos estar alertas y reconocer que la luz llega mediante el estudio, que la naturaleza es sabia y los abuelos sabrán decirnos de su experiencia qué planta o animal puede paliar algún mal, pero sobre todo de la ciencia y sus avances que permiten y favorecen que lo que antes nos llevaba directo a la muerte, y que ahora  puede ser curable, tratado y eliminado de nuestro ser.

 

Frente a cada gente que se presente en la vía pública, llegue a la colonia con carro de sonido, o lo que se anuncie en radio o televisión como “el dador de salud”, o la cura mágica para el juanete o la ceguera, dude, investigue y hasta cerciorarse consuma, no antes…