Las mujeres y los hombres de bien son los que siguen sosteniendo éste país, son el motor en el ámbito laboral y el corazón patrio de la República, aun cuando ésta parece desmoronarse, detenerte o sumergirse en ríos de miseria, en arroyos de muertes y cloacas de corruptos. Es la gente de bien la que amortiza la caída del peso con su trabajo, la que levanta la frente por su cultura y la que ensalza los valores, sujetando con su temple y carácter a la familia, a los amigos e individualmente.
Tener un modo honesto de vivir es posiblemente la mayor herencia que se pueda tener, y es lo que determina el buen actuar. Encontrar personas capaces de escuchar, que por su experiencia de vida o su trayectoria profesional tengan las credenciales para darte un consejo o sugerir sobre aspectos relevantes de la vida, no es tarea fácil o sencilla, antes al contrario, es como buscar la aguja en un pajar.
Si bien es cierto que como seres humanos forjamos nuestro carácter que ha de servir para enfrentar la vida, es también verdad que con algunas personas nos es más fácilmente la convivencia, debido a que se pueden tener temas en común, conversaciones interesantes o inverosímiles con las que discrepas, coincides o sonríes, las concluye, y comienzas otras nuevas, pero siempre entablando la siembra de nuevos saberes y la amistad duradera.
La amargura de la vida se nota en la cara de las personas que han vivido en esta condición, pero también el gusto por vivir, y aunque llegan un sinnúmero de personas a nuestras vidas; hombres y mujeres únicos y especiales por su historia personal, por su temple y manera de vislumbrar el destino, atinada debe ser la tarea de quedarte con aquellos y aquellas que se unjan de la amistad y amor por ti, al grado de defender tu honor y tu nombre, tu persona física y tus creencias, aliadas y aliados que nadie puede rechazar y que a nadie le sobran, si no que siempre son bienvenidos.
Lo especial de vivir también recae en la compañía con la que llevamos el diario amanecer y oscurecer es decir, la esposa o el esposo que tomamos, y los hijos e hijas que nos dio la mezcla biológica que elegimos para procrear, de modo que cuando no se tenga entendimiento entre progenitores y procreados bien vale la pena bajar la guardia antes de los desacuerdos, los corajes o enojos y se tenga entendimiento y acuerdo, privilegiando el sentido más común consanguíneo que explica la herencia genética que llega a hacernos remilgosos, entendidos o amorosos.
De la gente que nos rodeamos debemos aprende a verles con una mirada diáfana y con ella abrazarlos e identificar en qué momento se les pueda incorporar a la lista de amistades, la cosa es no negarse y evitar decir que nos cae bien, o que nos cae mal, que no tiene sangre, o criticar sin haber escuchado las palabras de su boca y los latidos de su corazón, que por naturaleza en los seres vivos sienten y vibran por las emociones, más sublimes y también las más desagradables.
Los hombres y las mujeres del mundo no respondemos solamente al nombre, o los apellidos, alguna vez hemos de levantar la mano para identificarnos como originarios de una familia, así como pasa en las juntas de la escuela, o como mexicanos en el extranjero, lo que no nos debe identificar es como una persona enojona o cerrada, asesina o ladrona, desleal o mentirosa, antes hemos de procurar la virtud y la buena vida que siembre el orgullo del buen hombre y la buena dama.
Las personas que hacen mal a nuestra vida, en la casa, el trabajo o el vecindario, será como la rama sin fruto, que nadie voltea a ver por no tener que provecho tomar de ella, perdiéndose entre lo frondoso del cargado árbol con frutos, a esa parte del follaje que no tiene nada, que se le pueda cosechar, y que seguramente terminará secando, posiblemente se deba cortar, porque no tiene el mismo valor que el resto de la planta que sostiene flores hasta entregar una jugosa cosecha.
Como sucede de las mejores naranjas, o limones con los que se pueden hacer las más sabrosas bebidas, mermeladas, dulces u otros deliciosos productos, lo mismo debemos aprovechar a la gente que llega a nuestras vidas para quedarse, igual habrá que obtener el sumo de su inteligencia, el néctar de la alegría y el abundante y consistente sabor de la inigualable amistad.
Cada persona que habita un pueblo, una ciudad o un país, le da el carácter a ese espacio geográfico, por lo que no es extraño escuchar y ser testigos de que cada que visitamos otro estado u otro país o cuando nos visitan, decimos y dicen entre las primeras respuestas al ser cuestionados del cómo es ese lugar, que la gente es de tal o cual manera; cálida, fría, amable, liberal o conservadora.
Vivamos sonriendo a la vida, haciendo amigas y amigos de todos lados, pues al fin, somos seres sociales que amamos la conversación y la compañía, no nos neguemos a lo nuevo, mostremos apertura a todas las expresiones, pues algo habrá que aprender y mucho tenemos por mostrar. Abrir la mente y el corazón no puede ser tan malo, siendo cautelosos de lo bueno y lo bonito que resulta ver caras sonriendo u otras que esperan que con alguna gracia, gesto o detalle se les haga sonreír