Dr. Tayde González Arias
Los ciudadanos no podemos vivir espantados, tampoco molestos o en psicosis, pero es inevitable estar preocupados por el grado de descomposición social en el que vivimos, no se puede comprender el sadismo con el que algunos “seres humanos” actúan contra otros, es imposible de comprender qué pasa por la mente de los que acaban con la vida de otra persona de una manera tan violenta, que no se acaba de saber, cómo se puede ser tan inmune al dolor.
Las formas y maneras de actuar de esa gente que además ha llegado a publicar en redes sociales la manera en la que quitan la vida, me gustaría pensar que se trata solo de una forma de dar a conocer que existe la maldad, sin embargo, es más bien, de escenas extrovertidas, en las que se recalca lo malo y se recuerda lo bestia que llega a ser o que posiblemente nunca ha dejado de ser el hombre.
Los medios de información masivos están atascados de violencia desde hace años, y algunos podríamos considerar que las imágenes o videos que transitan en redes sociales, televisión o medios impresos, deberían alejarnos de las conductas agresivas, que ver sangre o escuchar balazos, nos haría sentir emociones como el desconsuelo, el temor o el no deseo de caer en la violencia, la abominación por lo malo, el disgusto por las malas acciones, sin embargo pareciera que lo que acontece es lo contrario, es decir, como si se tratara de incitaciones de lo que se puede hacer, como si las portadas y las notas rojas fueran incitaciones a realizarlas o hasta superarlas.
¿En dónde quedó la conciencia?, ¿dónde los buenos sentimientos?, por qué no sentimos, y no nos importa vivir o morir, en qué nos hemos convertido tan insensibles que vemos al moribundo y nos seguimos de paso, que a pesar de saber que alguien nos necesita, además de ignorarle hasta nos burlamos, será acaso que se ha apoderado de nosotros, el frío, el desamor, la inconciencia, el sinsabor, la maldad.
No quiero pensar en un mundo que se destruya sólo, tampoco puedo aceptar al hombre que se come así mismo. Posiblemente éste proceso de autodestrucción inició hace años, y éstas palabras y éstas letras solo sean producto de un momento de fatalismo, ojala que sea así, y que mañana que el día sea diferente y las cosas cambien. Aunque resulta difícil vislumbrar algo distinto, porque al amanecer es un secuestrado encontrado muerto, y al oscurecer es el enfrentamiento que también dejó víctimas mortales.
Los niños, los jóvenes y los adultos, han usado las redes sociales para hacer virales videos de violencia o contenidos violentos. Han hecho exitosos a sujetos que con sus declaraciones, sus canciones o su actuar, se burlan de otros, invitan al desorden o sólo generan basura.
Hoy, se habla de los famosos retos, que han ocasionado accidentes, y que nuevamente demuestran la falta de creatividad del hombre, la madurez del ser y lo fácil que es ser engañados, si acaso se salvan aquellos que tienen que ver con el logro de un beneficio social, como la limpia de sitios o lugares contaminados, pero no así los que constan de ponen una máquina en movimiento y correr tras ella, en los que debes poner en riesgo tu cuerpo, tu físico, tu integridad.
El deseo más profundo y más grande que podamos tener es el de vivir en paz, es el vivir bien, y eso no lo vamos a obtener creando o generando, directa o indirectamente, violencia. Están engañados los que consideran que es sólo gritando como se hacen comprender, que es sólo con plomo como se arreglan las cosas, o que la plata lo compra todo.
Los niños han de volver a los juegos tranquilos y seguros, los adultos al sendero del bien en el que se acepte la responsabilidad que existe por su edad de ser consejeros y guías de apoyo y asesores, para mostrar las acciones, los ejemplos que permitan que el presente pueda mejorar y el futuro brillar, los abuelos, además de ser rescatados, han se seguir siendo esa fuente del buen decir y el sano ser, aceptando su madurez, y también deberán seguir mostrando hasta donde les sea posible su capacidad ocupacional, y nunca deben olvidar que tienen la corona de la sabiduría.
No hay tiempo que esperar, no hay esperanza que no se pueda alcanzar, ni amor que sobre. Desde hoy escuchemos música que no describa escenas de muerte, sexo o dolor, abonemos con el buen trato y la solidaridad para quienes así lo requieran, regalemos sonrisas, procuremos siempre y en todo momento y lugar la cultura de la paz.