DR. TAYDE GONZALEZ ARIAS
La fragilidad del ser humano ha sido notoria a lo largo de la historia de la humanidad, el pensamiento que afirma que tarde o temprano todos vamos a terminar bajo tierra, independientemente de las diferencias en las que vivamos, hoy mas que nunca quedan comprobadas una vez que los virus que han mutado nos han dejado en la absoluta desprotección y con un gran temor de poder morir debido al contagio.
Las personas que creían en la superioridad, o en que por tener un apellido de alcurnia y las cuentas del banco con suficiente dinero, serían inmunes a los males del mundo, han visto caer sus premisas una vez que el COVID-19, los mismos, y desafortunadamente han hecho victimas a pobres y ricos, orillando a reconocer que la condición mortuoria es la más pareja, y posiblemente justa.
Los abrazos y los besos o las expresiones que los latinos tenemos para demostrar afecto, hoy son ejercicios que podrían ser conductas de contagio del virus, que de manera equivocada, el Presidente de Estados Unidos ha denominado como “chino”, pues recordemos que hace diez años, cuando el epicentro del H1N1 fue México, no nos hubiera gustado que nos señaran como el virus “Mexicano”, y que vale la pena que consideremos la posibilidad de otras señales o formas de expresar cariño, que no tengan que ser necesariamente de contacto o intercambio de fluidos.
Han pasado ya dos meses desde que se nos informaba de la aparición de un nuevo coronavirus, cuyo reservorio al parecer era un animal, y que al llegar al ser humano como muchos otros microorganismos, habrían provocado afectaciones que podían llevar a la muerte, cosa que se ha sucedido ya, pues el mal ha cobrado vidas alrededor del mundo.
El grado de responsabilidad de los mandatarios alrededor del mundo se ha hecho notar, pues mientras algunos se han descalificado, tratando de politizar un tema que debe ser visto sólo desde el ámbito científico y de salud, hay quienes ya dicen que la cepa de la enfermedad fue enviada por militares, o que se trasladó con alevosía y ventaja; hipótesis que llega a empatarse con los problemas económicos que en el orbe global se están dando, como las caídas de las bolsas de valores, el incremento del dólar frente al peso u otros monedas del mundo, y que sin embargo, no necesariamente tienen razón de ser, pues lo que hacen es polarizar, dividir, y hacer que se queden mal parados, los que siendo funcionarios de primer o segundo nivel, lo único que debieran hacer es coordinar los trabajos para que las afectaciones sean pasajeras, y que la paz vuelva pronto a sus naciones y con ello a los hogares del mundo.
La manera en que los seres humanos hemos enfrentado los diversos males que en materia de salud han aquejado a nuestra raza, deben mostrar el grado de civilidad en el que vivimos, de tal suerte que se note que hemos aprendido de cada uno de los momentos difíciles que no han tocado vivir, y que aunque resulte muy difícil, prevalezca la calma y la cordura, que se piense antes de actuar y se eviten los innecesarios temores, las crisis o el pánico, y que por el contrario reine la sensatez y la responsabilidad propia y la ajena, al grado de respetar las indicaciones de las autoridades sanitarias y gubernamentales, hasta levantar las cuarentenas o la sana distancia que se disponga.
No debemos esperar a que crezca el problema de salud en nuestro país, hasta el grado en el que no se pueda detener, para acatar las mejores prácticas de salud, ni a que incremente el numero de defunciones por éste mal, para tener claro que debemos evitar las aglomeraciones o confundir los días de guardar con vacaciones, pues de cada habitante depende que el mal pase rápido, o se propague.
Las grandes epidemias que han cobrado la vida de millones de personas en el mundo, como lo fue en el siglo XIV la peste negra en Europa, la gripe española suscitada entre 1918 a 1919, la gripe asiática de 1957, la gripe de Hong Kong que apareció entre 1968 y 1989, o la viruela y el cólera, sólo por mencionar algunas, debe recordarnos que somos sumamente débiles, y que la única grandeza que nos puede distinguir entre los que nos tocó vivir ahora y los que vivieron en aquel tiempo, es la manera en la que afrontemos el problema, y la solidaridad y humanismo que mostremos con nuestros iguales.
Frente al mal que nos aqueja, hemos de ser cautelosos con el manejo de la información que hagamos, especialmente si somos mandatarios o lo que informemos tenga un alto impacto, pues la irresponsabilidad puede hacer más mal del que podríamos imaginar, y como ciudadanos usuarios de las redes sociales, seamos pulcros con las fuentes de información, y de ser posible démosle la seriedad que el tema amerita. Juntos podremos demostrar que los mexicanos sí podemos con disciplina detener la propagación del COVID-19.