Los propósitos de año nuevo, así como algunos otros temas, suelen dejarse robar la atención por mera acción comercial, incluso llegan a ser absorbidos por burdas y cosas materiales que poco tienen que ver con la atención al ser, al hombre, a la persona y al humano.
Cuando el propósito, por ejemplo, es bajar de peso y es por salud, es tan válido como cuando apapachas a tu alma, pero cuando haces de tu cuerpo el arma de atracción visual y casi como mercancía para deseo de cuanto pueda verle, no puede ser algo legítimo, ni siquiera permisible, una vez que entiendes que tu tranquilidad no vive en el abdomen plano ni en los bixeps o tríceps, sino en el grado de aceptación de lo que eres y del cómo eres.
Los más grandes propósitos de este año deben ser conocernos y aceptarnos, ciertamente, puede ser que tengamos una alimentación más sana, pero para evitar enfermar, y también asistir y hacer con regularidad ejercicio, pero para cumplir con la parafraseada premisa filosófica que me atreveré a manejar diciendo “cuerpo sano, en mente sana”, más nunca se le puede dar más valor a lo que por fuera parecernos, que a los que por dentro somos.
Considerando que nos reconocemos como mujeres y hombres con capacidades y actitudes diferentes, no nos podrá invadir la envidia de ser como alguien más o como otros, podremos admirar la belleza estética con la que alguien más cuenta, decirle, de ser para nosotros posible, cual hermosura vemos en su físico, pero nunca que sea después del amor que él o la otra pueda dar, lo cariñoso que pueda ser o lo entregado que nos parezca.
Los seres humanos no somos productos, por lo que no podemos permitir que nos compren por ningún motivo. Para quien ha hecho dinero fama o poder por su físico, deberá considerar que su verdadera arma la obtuvo cuando por determinación personal o ajena, decidió, ser o estar de tal o cual forma, sin embargo, los abuelos y los filósofos más experimentados han sido claros al decir que el dinero y la belleza se acaban, (la belleza física), mientras que el amor perdura, incluso más allá de vida.
Una transformación no podrá llegar ahora, ni mañana, ni nunca, si no dejamos de atacarnos, o de creer que el mundo conspira en nuestra contra, porque transformarse es conocerse y es aceptarse, como antes he dicho; seres que somos distintos, que pensamos diferente, que no tenemos ideas en la misma línea, pero que a todas les debemos respeto, el cual se ha de demostrar que antes de denostarnos, hay que invitarnos, antes que insultarnos, proponer y antes que burlarnos, analizarnos.
El México que percibo en sus muchas expresiones, no se conoce, por eso desprecia a los que tienen gustos diferentes, y en actos cobardes hasta les han quitado la vida, mi país no puede conocerse, porque no quiere hacerlo, porque todavía hay gente que se burla de los niños, los hombres o las mujeres que visten la ropa del pueblo indígena al que pertenecen. El cuerno de la abundancia no conoce (en su mayoría), que el primer día de enero se celebraba la fundación de la Gran Tenochtitlan, que entre otras cosas se trató de un gran movimiento migratorio, por eso no nos podemos atrever a mofarnos o menospreciar a los que obligadamente tienen que pasar por nuestras tierras para llegar a Estados Unidos, y el propio país del norte, cuando menos en la representación de sus gobernantes, al parecer ignoran que su fundación se logró porque fueron personas de todo el mundo a poblarlo.
Cuando un pueblo se conocer, se nota, porque su desarrollo es ordenado, sus calles son limpias (sin que nadie les diga que las deben barrer), pero sobre todo porque se aman y ese amor lo demuestran respetándose entre ellos y ellas, en esos lugares, no importa si tienes o no cabello o lo tiñes del calor que más te agrada, ni siquiera su eres alto, moreno, rubio y menos si usas ropas de marcas costosas.
En definitiva, amarse es vivir feliz con lo mínimo indispensable, y entregar al necesitado la sonrisa franca o el centavo que no sobra pero tampoco hace falta. El deseo mayor de año nuevo para los pueblos, es igual que el de las personas en cuanto o conocerse se refiere.
Hace un tiempo supe de un grupo de voluntarios que reunieron colchones, y ropa para llevar a la sierra Tarahumara, su proeza fue la más sana y humana, pero me tocó ver que aunque los rarámuris bajaban a pie desde sus tierras, llevaban lo que recibían a darlo a otros, porque preferían seguir durmiendo en la tierra que aman como a su madre, y usar sus coloridos trajes que representan entre otros temas, su alegría, de esa escena, no pude más que reconocer que estos hombres y mujeres tarahumaras, como otros grupos originarios y afro descendientes; se conocen tanto, que son los únicos que siguen abrazando su identidad, defendiendo sus costumbres y de los que aún tenemos muchos por aprender.