Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
Quiero que aprendas una gran lección, amable lector, en realidad, debes temer más a tus amigos que a tus enemigos, si no tienes enemigos, busca una forma de creártelos.
Es natural querer emplear a los amigos cuando uno se encuentra en apuros. El mundo es un lugar duro y los amigos suavizan esa crudeza. Además, uno los conoce bien. ¿Por qué depender de un extraño cuando se tiene a mano un amigo?
El problema es que, a menudo, no se conoce a los amigos tan bien como uno cree. Los amigos suelen coincidir con nosotros a fin de evitar discusiones. Entre amigos se suelen disimular los rasgos desagradables, para evitar molestar u ofenderse. Los amigos son los que más celebran nuestros chistes. A los amigos, les encantará tu poesía, amarán tu música y envidiarán el buen gusto de tu vestimenta; quizás sean sinceros… pero con frecuencia no lo son.
Cuando tú decides emplear a un amigo, poco a poco vas descubriendo facetas que esa persona mantenía cuidadosamente ocultas. Lo extraño es que tu acto de generosidad para con tus amigos desestabiliza la relación. El ser humano quiere sentir que merece su buena fortuna. La recepción de un favor puede convertirse en algo opresivo: significa que tú has sido elegido por ser un amigo y no necesariamente por tus méritos propios. En el acto de contratar a un amigo casi siempre hay un ligero toque de condescendencia que, secretamente, molesta. Esa herida se irá manifestando en forma paulatina: un poco más de sinceridad, un toque de resentimiento o envidia cada tanto, y, antes de que tú puedas darte cuenta, la amistad comenzará a diluirse de modo irremediable. Cuantos más favores y obsequios ofrezcas para reavivar la amistad, menos gratitud cosecharás.
La ingratitud tiene una historia larga y profunda. Su poder ha quedado demostrado a través de tantos siglos, que resulta en verdad sorprendente que la gente siga subestimándola. Es mucho mejor ser desconfiado. Nunca esperes gratitud de un amigo, y te verás gratamente sorprendido cuando éste se muestre agradecido.
El problema de emplear a un amigo es que esa amistad limitará en forma inevitable tu poder. Rara vez ocurre que el amigo sea a la vez todo lo capaz que necesitarás. Y, a la larga, la capacidad y la competencia son mucho más importantes que los sentimientos de amistad.
Todas las situaciones laborales exigen una cierta distancia entre la gente que participa en ellas. Tú estás tratando de trabajar, no de hacer amigos. La amistad (verdadera o falsa) solo enturbia este hecho. Por lo tanto, la clave del poder se basa en la capacidad de evaluar quién es la persona más capaz para apoyar tus intereses en toda situación. Conserva a tus amigos para vivir una relación de amistad, pero trabaja con los más capaces y competentes.
Tus enemigos, por otra parte, constituyen una mina de oro virgen que deberás aprender a explotar. Nunca permitas que la presencia de tus enemigos te altere o atemorice. Es mucho mejor tener contrincantes declarados que no saber por dónde acecha el enemigo. El hombre de poder da la bienvenida al conflicto y utiliza a los enemigos para enfatizar su reputación como un luchador firme, en quien se puede confiar en tiempos de incertidumbre.
Aunque en general lo mejor es no mezclar el trabajo con la amistad, hay momentos en que un amigo puede ser usado en forma más efectiva que un enemigo. Por ejemplo, un hombre de poder suele verse en la necesidad de hacer algún “trabajo sucio”, pero, para guardar las apariencias, es preferible que lo haga otra persona en su lugar. Para eso resultan ideales los amigos, ya que el afecto que sienten los predispone a correr riesgos por uno. De la misma manera, si por algún motivo los planes te salen mal, es posible usar a un amigo como un oportuno chivo expiatorio. “Ésta caída del favorito” fue un truco usado con frecuencia por reyes y soberanos: dejaban que su mejor amigo cargara con la culpa de un error, ya que nadie sospecharía que habían sacrificado en forma deliberada a un amigo por ese motivo. Por supuesto, después de jugar esa carta, el gobernante perdía al amigo para siempre. Por lo tanto, conviene reservar el papel de chivo expiatorio para alguien cercano a ti, pero no demasiado próximo en el afecto.
Por último, el problema de trabajar con amigos es que se confunden los límites y las distancias que una actividad laboral requiere. Pero si ambas partes del arreglo comprenden con claridad los riesgos que la relación entraña, un amigo puede llegar a ser un empleado muy eficiente. Sin embargo, en una relación de este tipo nunca deberá bajar la guardia. Está siempre atento a cualquier señal de conflicto emocional, como por ejemplo la envidia o la ingratitud. En el ámbito del poder nada es estable y hasta el amigo más íntimo puede convertirse en el peor de los enemigos. ¡Mantente siempre alerta!