La reciente serenización o cambio de discurso del candidato de facto a la Presidencia de la Republica por MORENA, Andrés Manuel López Obrador, me recuerda un chiste sobre una persona que tenía un defecto fisiológico del lenguaje que le hacía hablar, lo que comúnmente llamamos gangoso.
“Entró este amigo al Bar y le pide al cantinero con su peculiar forma de hablar un tequila y este le contesta hablando de manera gangosa que si doble o sencillo, el cliente se ofende por la burla que está siendo objeto al ser arremedado, defendiéndose el cantinero y explicándole que él también habla gangoso; satisfecho el cliente ante al argumento se centra en disfrutar su trago; minutos después se acerca otro cliente a la barra y le pide al cantinero una cerveza, de inmediato el cantinero hablando con pulcritud de lenguaje y dicción, sin resonancia nasal alguna, le pregunta al nuevo cliente si clara u oscura; el gangoso desde su lugar escucha la conversación y le reclama furioso la doble burla de haberlo arremedado y la negación posterior. El cantinero viendo la cólera del gangoso se le acerca con rapidez y discretamente con voz gangosa le pide que se calme y se calle porque al que está arremedando es al otro cliente”.Así, Andrés Manuel durante los últimos años ha estado hablando con voz populista y estridente que tanto éxito le ha dado con diversos sectores sociales, los más inconformes con la realidad actual del país y los que desean acciones más radicales; dicha voz y discurso le ha ganado el respeto y seguimiento casi incondicional de esos sectores, sin embargo, como lo ha advertido en dos ocasiones anteriores, el radicalismo le permite ser un fuerte contendiente pero no le alcanza para logra su meta, la Presidencia de la Republica.
Astuto, observador, Andrés Manuel ya entendió con claridad que debe cambiar su discurso si quiere ampliar su base social y llegar a sectores sociales que al día de hoy le dan la espalda por considerarlo un peligro para México.
El problema al que se puede enfrentar el eterno candidato es que sus huestes tradicionales y leales le reclamen por su discurso moderado, propositivo y hasta de coqueteo con la “mafia del poder”; a lo que Andrés Manuel desde su púlpito social les dirá que se tranquilicen y, como el cantinero, les explicará que a los que está arremedando es a los otros, a los pirrurris.
Siguiendo con la comparación de ambos chistes, perdón, del chiste y la realidad, me queda claro que el cantinero solo le mintió al gangoso y su voz normal es la que usó con el nuevo cliente, sin embargo, en el caso de Andrés Manuel, tengo la impresión que les miente a todos, menos a sí mismo; es un hombre listo que dudo crea la viabilidad o la pertinencia de muchas de sus populistas propuestas e ideas; me atrevo a afirmar que sabe que son solo palabras discursivas que sirven para la conquista de votos y hasta allí.
Ahora, mi preocupación mayor es que si su discurso radical es solo pose para atraer a los anti sistémicos, y su discurso moderado también lo es, en este caso para limpiarse el aura de desconfianza, esto significa que en más de tres lustros de candidatura presidencial, aún no conocemos a Andrés Manuel López Obrador, no tenemos claridad de quién es realmente uno de los fuertes aspirantes a la Presidencia de la Republica en el 2018, solo le conocemos las dos máscaras o voces que ha querido que conozcamos. Al tiempo.