A partir de que el presidente estadounidense Donald Trump todavía no cumple un mes en el cargo y ya tiene un historial de problemas gratuitos generados aquí y allá, fruto de una beligerancia impensable en un hombre de Estado, distintos sectores de la sociedad gringa y de varios países ya comienzan a sentirse agotados con su presencia al frente del gobierno del país más poderoso del mundo. En no pocos de esos sectores ya se habla de que hay elementos para hacerle juicio político y destituirlo, a fin de que el país y el mundo recobren la tranquilidad y sigan su marcha en paz.
Con justa razón en nuestro país ya se apuesta también para que Trump sea sustituido: nos quiere poner un muro en la frontera, quiere devolver a los mexicanos indocumentados, quiere quedarse con parte de las remesas de nuestros paisanos, quiere regresar a su país a las grandes armadoras de automóviles y de distintas maquiladoras instaladas en México, quiere poner impuestos a nuestros productos de exportación, quiere acomodar el TLC a su exclusiva conveniencia, apelando a que presume ser un exitoso negociador, etcétera.Por esa inquietud el columnista de La Jornada (18/02/2017), Enrique Galván Ochoa, ideó hacer una encuesta bajo la pregunta: ¿Apostarías a que Trump no terminará su periodo de 4 años? Sintetizo el resultado: 53 por ciento dijo que no terminará; 23 por ciento, que es muy pronto para saber; el 19 por ciento dijo que sí terminará su período; y el 5 por ciento prefirió no apostar.
Después de explicar la metodología empleada, el encuestador publicó algunos comentarios de los apostadores. Destaco el que más me llamó la atención, de Silvia Hernández, de la CDMX: “Trump es lengua floja, como Fox; belicoso, como Calderón y no sabe nada de política, como Peña, y un país como Estados Unidos no puede resistir tanta ineptitud”. Es para celebrar la atinada agudeza de doña Silvia. Tres personalidades catastróficas en una sola persona sólo pueden dar lugar a algo parecido a un tsunami, como lo vio una de las encuestadas, Marie García: “se cree todopoderoso… parece un gran tsunami que todo lo arrasa”.
Un estudiante apellidado Campa opinó: “Es más preocupante que Peña Nieto termine el sexenio, vendiendo soberanía y negociando en lo oscurito los moches del muro”.
Y sí, dio la casualidad de que esta trágica coyuntura internacional nos tomara desprevenidos, cuando la clase política que nos gobierna se encuentra sumida, hundida hasta la nariz, en las profundidades de la corrupción y la impunidad; y por si fuera poco, marcada por la inseguridad pública y la violencia que no ha sabido contener; lo mismo que el crecimiento de la pobreza y la desigualdad social. Todo lo cual le ha valido en los últimos meses un ínfimo nivel de credibilidad y de aceptación de su gestión entre la ciudadanía.
En síntesis, Peña Nieto y su reducido grupo gobernante se viene ostentando sin oficio para la política interna y mucho menos para la política exterior. El lector más viejo podrá recordar que hubo un tiempo en que se decía que México era candil de la calle y oscuridad de su casa; ello porque llevaba a cabo una política exterior que nos daba brillo, pues teníamos diplomáticos de carrera experimentados, con prestigio intelectual, que ejercían su trabajo con dignidad, con nacionalismo, con patriotismo, con independencia; ello nos hacía respetados en los escenarios de la política internacional. Esa política exterior de principios, de posiciones progresistas, se acabó cuando llegaron los presidentes panistas, Fox y Calderón; y la continuó en ese bajísimo perfil el presidente del nuevo PRI, Enrique Peña Nieto.
Contrástese ese historial del pasado con el actual, donde hay un canciller, Luis Videgaray, que al tomar posesión de la Secretaría de Relaciones Exteriores se presentó con humildad: “vengo a aprender”; eso en cuanto al oficio, pero más preocupante es en cuanto a su conocido perfil de neoliberal, de político globalizado, que no conoce fronteras, es decir sin nacionalismo que le duela.
Cuando hizo su aparición el huracán Trump con su estilo peculiar de hacer política, por lo que antes he mencionado el presidente mexicano se encontraba debilitado e inseguro, situación de la que hizo gala ante las primeras expresiones del mandatario vecino: bastaron dos o tres tuits de Trump y una conversación telefónica entre ambos mandatarios, para que los mexicanos nos pusiéramos a temblar y temer lo peor.
Entre las voces que registraron ese temor está la de la escritora Sabina Berman, quien en su artículo en la revista Proceso (no 2102, 12/02/2017), que tituló, El pichón es Peña, no México, escribió: “… Trump ha tratado a México como un gavilán a un pichón indefenso, y el presidente Peña ha aceptado pasivamente su visión y actuado en consecuencia: ha actuado como un pichón paralizado por el miedo, un pichón que da pasitos en redondo sólo para retrasar su propia masacre…”
“Pero México no es Peña y tampoco es un pichón indefenso. Y los mexicanos debemos impedir que la debilidad intelectual y de espíritu de Peña nos arrastre…” En los Estados Unidos ya se vislumbra una crisis de gobierno por la atrabiliaria gestión del presidente Donald Trump. Sabina Berman está por que los mexicanos le perdamos el miedo a nuestra propia crisis de gobierno: “Si alzarnos al nivel de la circunstancia significa que el gobierno quede sin presidente, que suceda ya, que caiga Peña. Que el Congreso nombre, según indica la Constitución, un suplente temporal, y se adelanten las elecciones presidenciales. Mucho peor es sostener a un presidente para que entregue el destino del país…” Posición que sólo difiere en las palabras con la del estudiante Campa, líneas arriba: “Es más preocupante que Peña Nieto termine el sexenio, vendiendo soberanía y negociando en lo oscurito los moches del muro”.