Daniel Márquez Melgoza ARTICULISTA
21 DIC. 2021.-Soñé que a la vuelta de una esquina me encontré inesperadamente con el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedoya, y que, después del saludo, me dijo:
-Tú que has vivido y sigues viviendo en Pátzcuaro, ¿qué me propondrías en materia de arte y cultura para llevar a cabo desde el gobierno estatal?
De inmediato le contesté:
-De entrada, dos cosas, señor gobernador, para terminar con los mayores agravios que ha sufrido la ciudad de Pátzcuaro en el pasado, a causa de la política cultural centralista de los gobiernos estatales, que no han tenido respeto de la diversidad cultural de los municipios, ni de los procesos que tienen lugar entre las comunidades artísticas y culturales locales. Al menos no en el municipio de Pátzcuaro.
-¿Cómo es eso?_ preguntó sorprendido el gobernador_ ¿A qué agravios te refieres?
-En primer lugar, al robo que se le hizo a la ciudad de Pátzcuaro del Museo de Arte Contemporáneo en 1988, cuando lo desaparecieron ese año por órdenes de algún alto funcionario.
-Cómo, ni siquiera sabía que hubiera habido en Pátzcuaro un museo de esas características, ¿dónde estaba?
_Estaba en la Casa de los Once Patios, en la parte donde ese espacio tiene dos plantas. El museo ocupaba la planta alta y contaba con cuatro salas: la Frida Kalho, la Diego Rivera, la José Clemente Orozco y la David Alfaro Siqueiros. El museo era muy visitado por el turismo nacional y extranjero.
_Ah, pues de eso hace tanto tiempo que ni me alcancé a enterar de su existencia_, manifestó el gobernador, quien se quedó pensando y preguntó luego:_¿Quién estaba de gobernador…? Ah, sí… En qué mes fue eso? Porque en ese año primero estuvo Luis Martínez Villicaña y lo siguió Genovevo Figueroa Zamudio.
_No sabría contestarle. Habría que investigar. Lo que sí sé es que el museo se inauguró en 1973. Fue idea del pintor Francisco Rodríguez Oñate (qepd), quien llevó a cabo el trabajo de conseguir las donaciones de las obras pictóricas. Porque fue así como se armó el museo, con puras donaciones, 120 obras de pintores michoacanos y de otros lugares del país.
_¡Qué interesante!_
_Rodríguez Oñate en ese tiempo vivía en Pátzcuaro y era subdelegado de la Secretaría de Turismo estatal.
_¿Y dónde quedó esa obra, 120 cuadros, dices?_
_Desconozco a dónde fueron a parar pinturas y grabados al clausurar el museo en Pátzcuaro, no quiero pensar mal_.
_Y el otro agravio de que hablas, ¿cuál es?_ preguntó el gobernador Ramírez Bedoya, visiblemente interesado.
_El centro cultural Antiguo Colegio Jesuita, que se le arrebató al patronato que llevó a cabo la restauración integral del inmueble. Éste sí es más reciente, de diciembre de 2002.
_¿Con Lázaro Cárdenas Batel?
_Exactamente. Sí, le doy un poco de contexto. Por décadas ahí funcionó la escuela primaria Vasco de Quiroga. Pero por años nadie se preocupó de darle mantenimiento, al grado de que tuvieron que abandonar el edificio en 1974 porque ya estaba a tal grado en ruinas, que temían una desgracia. Para ese año ya contaban con el edificio nuevo que había construido el CAFCE, arriba del Ex Colegio, pero no lo ocupaban porque sólo había dos formas de llegar a la nueva escuela: por las lejanas calles de Alcantarillas o de Navarrete; pero esas calles desembocaban en el malpáis, pues todavía no había casas por ahí, era puro paisaje de malpáis; para llegar a la nueva escuela tenían que llevar a los niños caminando sobre rocas y piedras volcánicas. Por fin se vieron obligados a abandonar el edificio, pero acordaron llegar al nuevo plantel a través de la huerta y del ex Colegio Jesuita mismo, mientras los padres de familia y el gobierno municipal adquirían una casa para comunicar la escuela con la céntrica calle de Lerín.
En el edificio sólo se quedó una escuela secundaria nocturna, que para entonces ocupaba la única área segura, que era la parte de arriba pegada al templo de la Compañía. Por ahí de principios de los ochenta por fin también se tuvo que salir la secundaria nocturna. Fue entonces que alguien colocó un gran letrero en su fachada norte que decía: SE VENDE; fue también cuando por el escándalo de ese letrero, un grupo de promotores culturales redactó un proyecto de restauración del inmueble para dedicarlo a centro cultural; junto con el presidente municipal de ese tiempo, Joaquín Arreola Estrada, entregaron el proyecto al gobernador de ese entonces, que era Cuauhtémoc Cárdenas.
Para 1982, maestros, padres de familia y autoridades municipales habían logrado reunir los 500 mil pesos que costaba la casa de la calle de Lerín 19. Fue hasta 1986 que por fin quedó lista la escalinata de Madrigal de las Altas Torres, para que por ahí llegaran a la escuela los niños, pero se habían quedado tan acostumbrados a pasar por el ex Colegio y su huerta, lo mismo que la gente que fue poblando las nuevas colonias que se fueron formando en esa zona de malpáis, que siguieron haciendo uso de ese camino corto. En muchos de los salones se quedaban borrachitos y más de algunos malvivientes.
Tiempo después se supo que gracias al proyecto de restauración, el gobierno estatal había conseguido rescatar la propiedad del inmueble jesuita de un banco en el estado de Guanajuato, donde un prestanombres lo tenía hipotecado. Más, no hizo el gobierno estatal, y el edificio se siguió arruinando por acción de las copiosas lluvias patzcuarenses sobre muros de adobe con techos que hacían agua por todos lados.
En 1990 con el primer ayuntamiento de oposición que llegó al poder en Pátzcuaro, el que escribe fue invitado por el presidente municipal, Luis Rey Cortés, a formar parte de su equipo de gobierno. Aceptó a condición de que el Ayuntamiento se comprometiera a promover la restauración del inmueble jesuita, en ese tiempo ya absolutamente abandonado y convertido de plano en área de paso a Colimillas y demás colonias nuevas en esa zona. Lo hizo director de Comunicación Social y Cultura. En agosto de ese año se convocó a la formación del Patronato Pro Restauración y Conservación del Ex Colegio Jesuita. Constituido éste, se avocó a la elaboración de la segunda versión de proyecto de restauración y de uso y destino, que el Ayuntamiento autorizó elaborar a un equipo especial, y lo demás fue la búsqueda de financiamiento. El que escribe, renunció a su puesto de director de Cultura y se dedicó a impulsar los trabajos del Patronato. En diciembre de 1991 la SEDESOL aprobó la restauración del inmueble jesuita. En los primeros meses de 1992 arrancaron los trabajos de la restauración integral. Concluyó ésta a fines de noviembre de 1994. Para entonces, el Patronato ya había conseguido la aprobación de un primer proyecto de uso y destino por parte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), titulado: Academia de Bellas Artes. Un proyecto de educación artística y difusión cultural. A través de ese proyecto, por primera vez en su historia, la ciudad de Pátzcuaro pudo contar con una política cultural propia.
La vida institucional del centro cultural fue de mucha comunión con la población a través una serie de talleres que daban vida permanente al inmueble, a mañana y tarde, y las actividades de difusión cultural los fines de semana. El FONCA sumó al primero otros dos financiamientos de coinversión social, como muestra de su confianza por el uso que se le daba a los escasos recursos que representaban dichos apoyos económicos. Pero en el 2002 culminó la serie de amenazas del gobierno estatal, por despojar al Patronato de la posesión del inmueble; amagos que se habían iniciado prácticamente desde fines de 1994, cuando se daban los últimos toques a la restauración del edificio. Amenazas de despojo que se habían iniciado con el gobernador Genovevo Figueroa Zamudio y continuado con los que le siguieron: Ausencio Chávez Hernández, Víctor Manuel Tinoco Rubí y culminaron al fin con “éxito” con la participación definitiva de Lázaro Cárdenas Batel (por cierto, de quien menos se imaginaron los miembros del Patronato).
Desde que en diciembre de 2002 el Antiguo Colegio Jesuita quedó en manos de la Secretaría de Cultura, los patzcuarenses hemos sido testigos de cómo ese centro cultural se convirtió desde ese año hasta la actualidad en un aparatoso elefante blanco. Ello porque nunca ha sido de su interés, aparte de que esa secretaría nunca ha contado con un gran presupuesto y menos iba a dedicar recursos a un inmueble sin un proyecto definido; a lo sumo recursos para el mantenimiento básico con un reducido personal. Eso sí, la única inversión fuerte que se hizo desde el principio fue la del equipo y mobiliario para la instalación del Centro de Formación y Producción Gráfica (CFPG), que lleva ya 18 años de funcionamiento.
Pero, aguas, señor gobernador, por favor ayude a aclarar la situación de escándalo que pintores y grabadores han venido prefigurando y algunos hasta denunciando, a lo largo del tiempo que tiene de funcionamiento ese gran taller de grabado: el cantado robo sistemático de grabados y materiales de trabajo, que decenas de artistas gráficos han producido ahí durante los años de existencia de ese CFPG. Urge una auditoría imparcial, a fondo, que acalle o saque a flote la posible cloaca que artistas, sottovoce, sostienen, existe en ese centro cultural. Ése vendría a ser, sin duda, señor gobernador, un tercer agravio al patrimonio artístico de Pátzcuaro, de parte de la política cultural estatal. Bonito ejemplo desde la capital cultural se ha venido a dar a la comunidad artística y cultural local, nada menos que con su patrimonio.
Resolver esos tres agravios infligidos a Pátzcuaro, sería mi más ambiciosa recomendación, señor gobernador Alfredo Ramírez Bedolla. Más otra recomendación, que le podré dar a conocer acerca del uso y destino del inmueble jesuita, que en aquel tiempo vislumbrábamos para hacer de él un centro académico y de difusión cultural concebido para honrar un espacio con historia y cultura, desde la perspectiva local.
PRIMERA PARTE…