5 marzo, 2025
ROTATIVO DIGITAL

A los niños… Del escritor puruarense Uriel López Guillén

  • 30 de abril, “Día del Niño” en México

 

Un niño es la esperanza,

un niño es la alegría,

con un niño se alcanza,

la plenitud de vida.

 

Por eso dedico esta poesía

a todos los infantes,

más ahora preferiría,

dedicarlo a ” Los niños de la calle”.

 

Al que por cualquier circunstancia

tuvo que salir a la vagancia

y que va por la vida

con su mirada perdida.

 

Al que no tiene un mañana,

al que no tiene un futuro,

al que toda la semana

no tiene el sustento seguro.

 

Al que duerme en las aceras

y se tapa con cartones,

al que nada espera

y no tiene ilusiones.

 

Al que es un adulto

con tan sólo ocho años,

y que lleva oculto

un montón de desengaños.

 

A aquel payasito

de las mil esquinas,

y al mugrosito

que pide propina.

 

A las niñas sucias

con cara ausente,

las que las denuncia

por ser “indecentes”.

 

Al vendedor de chicles

que camina mucho,

al que vende todo

y yo no lo escucho.

 

Al que nunca tuvo

un lindo juguete,

y que se entretuvo

vendiendo a algún cliente.

 

Al pequeño adicto

que no tiene pan,

y juega solito

o también con su “Can”.

 

A aquel ” Tragafuego”

que hace malabares,

y lo miras luego,

llorando sus males.

 

Al que nunca, nunca

recibió un beso,

y aquella ” Ruca”

le aventó un peso.

 

Al que regalaron

de recién nacido,

al que despreciaron 

por ser desnutrido.

 

A las niñas aquellas

que se hicieron adultas,

dejando muñecas

y fiestas inconclusas.

 

Al niño que llora

en algún lugar

y que a Dios implora,

se lo lleve ya.

 

Ya no hay ilusiones 

para estos seres,

rompen corazones,

pues nadie los quiere.

 

Esa sociedad 

que está tan podrida,

no se acordará

de este niño o niña.

 

Ellos seguirán

trabajando en esquinas,

no los mirarás,

mientras tú caminas.

 

Es la realidad

que vive mi gente,

hay austeridad,

dice el presidente.

 

Yo veo a los lejos

a los niños de la calle,

quisiera saberlo,

dónde están sus padres.

 

Caminan sin prisa,

no llevan siquiera

una camisa

a su coladera.

 

Hoy seguí sus pasos,

a ellos me acerqué,

les di mil abrazos

y los saludé.

 

Son muy desconfiados,

“Carajos pequeños”

no me había fijado,

también tienen sueños.

 

Dijo uno de ellos

cuando le tocó hablar:

yo en las noches sueño

que tengo mamá.

 

Me quedé mirando,

me puse a pensar:

me están enseñando

a querer a mamá.

 

Si vas por las calles 

de una gran ciudad,

no ignores a estos infantes,

dales agua y pan.