5 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Arena suelta. El orgullo de ser Méxicano…

El orgullo es en masculino el exceso de estima obtenido debido a los méritos personales o de nuestros cercanos, bajo sus efectos  aparece la superioridad frente a los demás, aunque también es ese sentir por el cual la satisfacción llega a nosotros, ya sea por realización propia o del círculo más próximo, y se considera como  merecida.

Suena vano el orgullo cuando sólo sale de la boca, pero el empeño es poco, cuando se desconoce la historia de las cosas o la importancia de los logros, no es del todo honesto decir que nos sentimos orgullosos de representar a algo o a alguien, sin que ya tengamos merecido el premio y mostremos sencillez ante tal resultado.

Una muestra del falso orgullo es ese que actualmente pregonamos, cuando gana la selección y quemamos la bandera del otro, es falaz sentirse orgulloso de ser mexicano e ir al país anfitrión de la copa del mundo a ponerse una botarga de un candidato, intentado hacer proselitismo, lo primero porque de origen es un acto cobarde y vil, y lo segundo porque no tiene sentido común, agarrarse de los triunfos de otros para sacar tajada.

Es orgullo por el contrario, la conducta de madurez cuando se sabe perder y se felicita, como los Alemanes con los Mexicanos al saber que les habían superado, o cuando un jugador se sobrepone a la pérdida de un familiar y entrega en el juego la vida para ganar, para hacer sentir a su consanguíneo orgulloso de la estirpe que les une. O ver a los japoneses que además de ganar un partido, llevan bolsas para recoger su basura y la de los otros, para dejar el lugar que usaron limpio; ello además de orgullo es la mayor muestra de civilidad que se puede mostrar, tener, adquirir y ejercer, como principios del ser humano.

Me declaro en contra de las comparaciones, porque las proporciones deben cuidarse y la historia de cada uno es diferente, pero es inevitable como hombre emocional ver la benevolencia, la humildad y el decoro que algunos hombres y mujeres muestran, pues resulta sencillo identificar el diamante de entre los carbones.

No es momento ahora ni lo será mañana, de sentir orgullo por ser Mexicano o mexicana en el mundo, pero actuando indebidamente, no sirve de nada hablar del legado cultural que poseemos y orinar sobre emblemas de otras naciones o de alguien más, por el contrario, ganas sobran para desear que esa persona sea incluso de otro planeta.

Hay tantas buenas acciones, como logros de las y los mexicanos en el mundo, que suelen ser opacadas por un par de inútiles mentales, cuyo deficiente criterio hace que se nos sigan viendo de manera despectiva o cuando menos se nos estereotipe incorrectamente.

Hace unos días por ejemplo, el equipo de nado sincronizado se levantó con el oro en el mundial de Grecia, ello sin duda que constituye un orgullo real para las competidoras y sus familias, pues en un país en donde este deporte no es considerado del grado de relevancia al futbol (de hecho la noticia del triunfo de México sobre Alemania, opacó su vociferación) los esfuerzos son mayores y la entrega inaudita.

En estos momentos sentirnos orgullosos de lo que somos y de dónde venimos, deberían ser las palabra que nos lleven a la reflexión en favor de la madurez. Vivir con orgullo de nuestros padres, abuelos, del país o del equipo, obliga si es que es bueno el sentido, a que busquemos el bien común, a que salgamos a gritar de gusto sin que los vecinos despierten por el ruido o les rompamos los tímpanos, es pagar la multa que se nos impone por faltar a las reglas, normas o leyes, es salir a votar y dejarnos de quejar del sistema sin aportar lo único con lo que contamos (el sufragio), pero es sobre todo, entender los beneficios del respeto a los demás; vivir en paz, entregar afecto, cosechar amor.