5 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

La hora de los ciudadanos…

Y bien, peor que mal, terminaron o están por concluir los procesos de selección de candidaturas a los puestos de elección popular en todos los partidos políticos que participan en el proceso electoral en marcha del 2018. Terminó la etapa de los distintos modos de cocinar las sabrosas salchichas, haiga sido como haiga sido (qué honor que un ilustre michoacano haya sido quien acuñara tan definidora frase de cinismo); de ello no se salva ni el partido que más presuma de democrático. 

 

Se arribó a un lapso de organización de las campañas para los cargos electorales en todos los órdenes de gobierno; es un periodo de reconciliaciones, de intento de olvidos de afrentas coyunturales en las guerrillas internas. En suma, se ingresó a una etapa de reestructuración y organización para las batallas políticas cuando el adversario dejó de estar dentro, para ahora salir a campo raso donde se espera encontrar al o a los adversarios políticos verdaderos, con quienes se disputará el deseado y acariciado poder.

 

A todo esto hay que reconocer que en las lides internas de los partidos políticos, ni por asomo hubo tiempo para sacar a colación propuestas de gobierno sobre ningún tema; hasta por ingenuo pudo haber sido tomado quien o quienes sacaran a colación propuestas de gobierno para el orden que fuera, como una forma de demostrar méritos para aspirar a ser considerado para el puesto de que se trate. En esas batallas el capital político de los contendientes nunca se mide en función de programas de acción, de trayectorias, sino en función de cuantos ciudadanos representas y traes tras de ti para hacer creíble y sustentable la pretensión de un puesto de elección.

 

Puede decirse que aquí  termina la hora de los partidos y que comienza la de los ciudadanos. Es entre la ciudadanía donde se encuentra la reserva de propuestas de gobierno para hacer más civilizada y productiva, en términos de desarrollo y progreso, la vida en sociedad. Es entre la ciudadanía donde se calibra a los contendientes en la lucha político electoral; es ahí donde se decide si se votarán en paquete las candidaturas de cada partido o si buscarán dispersar sus simpatías para distintos colores partidarios, según el candidato, según lo que representa en función de lo que promete hacer; según la credibilidad de sus trayectorias sociales o políticas; según la sensibilidad que demuestra para escuchar e incorporar las propuestas de trabajo que les proponen los ciudadanos o grupos sociales.

 

En esta hora de la política nacional, en la que lo que urge es un cambio de régimen, de neoliberal corrupto hasta la médula, a uno nacionalista, honesto, eficiente, con visión de resolver los problemas nacionales con independencia, sin echarle la culpa de sus errores a la globalización. Está más que claro que de las tres opciones en la palestra, sólo habrá una de cambio verdadero con la representada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Morena, bajo el lema Juntos Haremos historia;  las otras dos opciones, de los Frentes: por México y México al Frente, son una copia de lo mismo, por las que la sociedad agraviada e informada no debería perder el tiempo volviendo a votar por alguna de ellas.

 

Así, pues, los ciudadanos informados tenemos ante nosotros dos opciones para votar el 1 de  julio: una, votar por AMLO-Morena para la Presidencia de la República y por sus candidatos al Senado y la Cámara de Diputados, con el objeto de amarrar el cambio con un Poder Legislativo aliado, no enemigo inmovilizador del nuevo gobierno; y dos, las elecciones para diputados locales y los ayuntamientos, en las que hay de dos sopas: votar por los candidatos de Morena al Congreso del estado o darle, en el distrito electoral de que se trate, un voto de castigo a la cúpula estatal del partido por su pésima o amañada selección de candidaturas; y lo mismo en el caso de las candidaturas a los gobiernos municipales, donde es más difícil engañar a los ciudadanos, pues en estos espacios la gente se conoce hasta la risa.

 

El ciudadano no tiene por qué cargar con responsabilidades que la más de las veces no llega a tener la clase política que administra la franquicia de los partidos. La responsabilidad del administrador de una franquicia es seleccionar las mejores opciones para darle lustre y prestigio a su partido, para darle sustentabilidad en el tiempo, no sólo para salvar la coyuntura electoral inmediata; si hacen mal la elección, por humanos, susceptibles de equivocarse, tienen disculpa; no así, si las designaciones se hacen por transas, por mercenarios de la política; de ser así los casos, que no esperen las cúpulas partidarias locales que el ciudadano se coma el bocado apestado que le ponen en las boletas electorales. Hará bien el ciudadano informado en darles lecciones de ética política a esas cúpulas, votando con inteligencia y visión de futuro democrático.